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miércoles

El alquimista impaciente



Y mientras la veía alejarse en aquella atmósfera ligeramente otoñal, me asaltó una nostalgia indefinida, como la que se siente por todo lo que uno ha deseado una y otra vez, sin llegar a poseerlo nunca. Por algún mecanismo perverso, eso es lo que termina añorándose, más que lo que de verdad se tuvo.



Eso pretendían los malos alquimistas. La verdadera trasmutación consistía en mejorar la naturaleza del propio alquimista, no de los metales. Los metales solo eran el instrumento. Por eso los que se impacientaban y se obsesionaban con el oro acababan consiguiendo el efecto inverso, empeoran ellos mismos. La trasmutación, pero al revés.



El Alquimista impaciente. Lorenzo Silva. 
 

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