viernes
Tokio blues
!Ah sí!, Me hablaba de un pozo. No sé si existía en realidad o si era alguna imagen o símbolo que sólo existía para ella. Como tantas otras cosas que, en aquellos días inciertos, entretejía su mente. Sin embargo, después de que Naoko me hablara del pozo, he sido incapaz de imaginarme aquel prado sin su existencia. La figura de un pozo que jamás he visto con mis propios ojos está grabada a fuego en mi mente como parte inseparable del paisaje. /Sé que si me asomo y miro hacia dentro no veré nada. Es muy profundo. No puedo imaginar cuánto. Y está tan oscuro como si en una marmita alguien hubiera cocido todas las negruras del mundo.
- Es muy, pero que muy profundo -decía Naoko escogiendo las palabras. Ella hablaba así a veces: muy despacio, buscando los términos adecuados-. Es muy profundo. Pero nadie sabe dónde se encuentra. Claro que está allí, en algún sitio. Eso es seguro.
- ¿No me olvidarás jamás? -me preguntó en un susurro.
- Jamás te olvidaré. No podría hacerlo.
Pero lo cierto es que mi memoria se ha ido alejando de aquel prado y son ya muchas las cosas que he olvidado. Al escribir así, persiguiendo mis recuerdos, a menudo me asalta una inseguridad terrible. ¿No estaré olvidando la parte más importante?¿Acaso no existe en mi cuerpo una especie de limbo de la memoria donde todos los recuerdos cruciales van acumulándose y convirtiéndose en lodo?
Esto es cuanto puedo conseguir por ahora: asir con fuerza dentro de mi pecho unos recuerdos incompletos que ya han palidecido y siguen palideciendo a cada instante que pasa, y escribir estas líneas con la desesperación de un hombre que va chupándose la médula de los huesos. Esta es la única forma de mantener la promesa que le hice a Naoko.
- Las cartas no son más que un trozo de papel. Aunque se quemen, en el corazón siempre queda lo que tiene que quedar; por más que las guardes, lo que no debe quedar desaparece.
Tokio blues. Haruki Murakami
Puntuación: 4
martes
Blanca como la nieve, roja como la sangre
Blanca como la nieve, roja como la sangre.Alessandro D´Avenia
Puntuación: 5
jueves
La chica Einstein
"Fue la sensación, nueva pero intensa, como un tumor en la carne, de que segar una vida humana era algo extraño a mí; de que una vez que diera el paso letal yo cambiaría para siempre".
De modo que me pongo en tus manos con confianza, segura de saber que para tí, entre todos los hombres, la perpetuación de una mentira es algo intolerable, por muy conveniente que su persistencia pueda ser para los hombres de miras más estrechas y principios menos elevados.
La luz no es luz, hasta que alguien la observa, nos dicen las grandes mentes. Del mismo modo, no puede haber desgracia en una historia que no llega a conocerse.
miércoles
La soledad de los números primos
Historias mínimas
Los objetos nos llaman
Juan José Millás. Los objetos nos llaman
Puntuación: 3,5